18 julio, 2006

Una clara prueba de que los árboles favorecen la precipitación

No por leído o comentado es menos cierto, pero si además es experimentado, uno se convence de que los árboles favorecen las precipitaciones.
Hace unos días, en el bosque de Ordiales (Colunga, Reserva Nacional de Caza del Sueve, Asturias), cerca del mayor bosque de tejos de Europa Occidental, caminábamos con un pastor envueltos en la niebla hasta llegar a una fuente. Era casi obligado desfilar bajo un gran ejemplar de majuelo porque el senderillo pasaba por allí. Un pequeño aguacero nos mojó la espalda y la cabeza a nuestro paso. De pronto el pastor dijo: “Es como si hubiesen regado con 30 ó 40 litros de agua”. La niebla se había hecho más densa y el espino hacía de receptor condensando en su follaje toda el agua que podía, que inmediatamente precipitaba al suelo mojando todo lo que estuviese bajo él, nosotros incluidos. Hice unas fotos y un pequeño video para reflejar la magnificencia y realidad de este hecho, el goteo continuo desde las hojas del árbol y la diferencia del suelo embarrado bajo él y las inmediaciones, apenas húmedas por el ambiente reinante.
Seguimos la marcha razonando todo esto mientras nos admirábamos por lo que habíamos aprendido. Nos miramos como comprendiendo algo que sabíamos y habíamos leído repetidamente, pero era en esta ocasión cuando la propia naturaleza nos daba una lección práctica y se entendía en toda su extensión lo que significan los árboles para retener la humedad y propiciar la venida de las precipitaciones.

Mi más sincero agradecimiento a Ignacio Abella, que amablemente nos acompaño y con quien compartimos la experiencia.

Felipe Castilla. Botánico

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