23 agosto, 2006

Educar para la sostenibilidad

Viendo lo ocurrido este mes de agosto en tierras galegas, uno se pregunta si se nos van acabando las fuerzas y el tiempo para seguir realizando el noble empeño que proclama el título de estas anotaciones en el Blog de INATUR. Mientras unos nos empeñamos en construir en una larga y laboriosa tarea, otros destruyen con pasmosa facilidad y rapidez. Cual condena divina a Sísifo, la satisfacción de ver la pesada piedra por fin en la cumbre es etérea ante un mínimo de gravedad que la vuelve hacer caer.

Asimismo, por su propio peso, llegan los incendios a Galicia. Por un lado, sus extensos monocultivos de pino y eucalipto, fácil pasto de las llamas, por otro una endémica mentalidad caciquil, fácil pasto del descontento popular y, finalmente, la peculiar y tercermundista reacción de algunos descerebrados que se sienten injustamente tratados. Reconozco lo simplista de mi soflama, sé que la situación es más compleja, pero también es verdad que solucionar estos tres problemas mejoraría mucho el panorama. Otras experiencias señalan que la participación ciudadana que trata de aunar diferentes visiones y limar conflictos, contribuiría a evitar nuevas chispas (en todos sus sentidos).

La educación para la sostenibilidad no se basa sólo en transmitir conocimientos, lo cual ya contribuye en la creación de conciencia de éstos y otros problemas, sino y sobretodo, en conseguir la interiorización de unos valores. Es pues una educación moral la que debiera provocar cambios de comportamientos negativos. Pero la voluntad de ser ético depende de la libertad individual y ni la educación puede intervenir en dar ese paso. Es por eso que los incendiarios debieran ser lógicos entendiendo aquello de “cuando el bosque se quema, algo tuyo se quema”, éticos sintiendo que el daño a la colectividad provoca un daño en su propio interior y estéticos tratando de solucionar con elegancia y dignidad esos descontentos que todos tenemos con la vida. Contaminación mental e incendios internos es, quizás, lo primero que se debe combatir.



Juan Gómez Soto
Biólogo

15 agosto, 2006

Cuestión de percepción

Es sabido que los Homo sapiens, nosotros mismos, estamos mal diseñados, su encuentro con el bipedalismo nos hizo erguir nuestra columna vertebral y es cierto que nos dio muchísimas ventajas, pero también nos regaló otras deficiencias. El dolor de espalda y el estrechamiento de la cadera que nos hace nacer prematuramente son un equipaje que llevaremos durante mucho tiempo hasta que la dichosa evolución lo resuelva. Lo que parece que no tiene solución en nuestra especie es la percepción de la temperatura. Somos el único animal sobre la Tierra que pasa frío en verano y calor en invierno y, no contentos con este sufrimiento, como especie egoísta y estúpida, hacemos participe a nuestro medio ambiente con un incalificable derroche energético. Sometemos nuestros desnudos cuerpos a probarnos un diminuto traje de baño en unas condiciones climáticas que difícilmente un abrigo de travesía podría paliar o tomarnos un café en un bar con camiseta, jersey, abrigo y bufanda a temperatura ideal de cualquier destino caribeño. La ruleta de la evolución debe girar muchas veces y durante mucho tiempo para que nuestro cerebro obtenga la cordura necesaria para utilizar los termostatos eficazmente y saber vestirnos climáticamente correctos.

Utilicemos racionalmente nuestros aires acondicionados y calefacciones.

Eduardo Lamana
Biólogo

08 agosto, 2006

¿Es lícito cobrar para entrar en los espacios naturales protegidos?

Un planteamiento lineal, casi revanchista, nos llevaría a la siguiente pregunta: ¿Si Alberto Ruiz Gallardón, por ejemplo, puede cobrar cualquier precio por cualquier concepto para sufragar cualquier proyecto, por qué no generalizar de una vez el cobro de algunos servicios ambientales? Aunque habrá muchas personas a las que ya les parecerán excesivos los presupuestos de las administraciones ambientales, garantizar el derecho a visitar nuestro[1] patrimonio natural no nos sale precisamente gratis. Y más existiendo ya especializados servicios educativos, interpretativos, de uso público o como se les quiera llamar, que atienden a los cada vez más abundantes usuarios de los espacios naturales protegidos.



A nadie le extraña que le cobren por visitar, por ejemplo, el Museo Sorolla, la Colegiata de Santillana del Mar o la Catedral de Teruel. Y todos tenemos perfectamente asumido que el importe de la entrada sufraga total o parcialmente el servicio educativo que se nos presta, los gastos de conservación y mantenimiento y cierta compensación a los propietarios. Mientras muchos ciudadanos de países vecinos de lo que se asombran es de la ausencia de precio por los servicios de Interpretación del Patrimonio en el medio natural, si aquí se generalizasen es seguro que nos costaría rascarnos el bolsillo para ayudar a conservar, por ejemplo, los Pinares de Valsaín, el Cañón del Río Lobos o el Hayedo de Montejo. Y aunque estamos acostumbrados al cobro por ciertos servicios en esos lugares, algunas veces más vinculados con el turismo a secas que con el turismo ambiental, de naturaleza, ecoturismo o búsquese la etiqueta, hay un extenso abanico de posibilidades de recaudación: disuasoria, de temporada, por servicios prestados, por el acceso, por el acceso en vehículo, el aparcamiento, la visita a los centros de visitantes, las publicaciones técnicas... todas dignas, muy posiblemente ajustadas a las necesidades del espacio y alejadas del camuflaje de intereses ajenos a la conservación.

Andrés Bermejo García
Director Técnico de INATUR Sierra Norte, S.L.

04 agosto, 2006

La educación ambiental en la sociedad de la información y del conocimiento

El escenario de la Sociedad de la Información y del conocimiento es un mundo virtual pero real, donde se desenvuelve la actividad humana mediante las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
La Educación Ambiental, como intervención y acción que se localiza, espacial y temporalmente, en el seno del entorno social-natural, e incide sobre los modos de actuar, pensar y sentir, en definitiva sobre el hecho social, puede encontrar en el “ciberespacio” un lugar adecuado y complementario al físico donde desarrollar sus objetivos
Las nuevas tecnología de la información y de la comunicación (TIC) han permitido la construcción de comunidades internacionales de personas comprometida con el medio ambiente en su conjunto.

Páginas web, foros, Blogs, SMS, MMS MP3, radios, televisiones y periódicos digitalizados son instrumentos adecuados para facilitar el intercambio de: mensajes, expectativas sobre programas y actividades, trasvase de conocimientos y experiencias, adquisición de materiales bibliográficos y documentales, consultas o sencillamente el compartir inquietudes, movilizaciones o momentos de ocio.

En definitiva, la Educación Ambiental tiene en la Sociedad de la Información y del Conocimiento y en las TIC, el entorno y los instrumentos adecuados para abrir una perspectiva alentadora a la acción frente a los problemas ambientales que deteriora la convivencia cultural, económica y ecológica de los colectivos sociales que pueblan la Nave Tierra.





Jesús Rivillo Torres