04 julio, 2006

Participación Ciudadana en Espacios Protegidos: el Parque Natural de Sierra de Cardeña y Montoro (Córdoba)

En la visita que realizamos durante tres días al Parque Natural de Sierra de Cardeña y Montoro organizada por la última asignatura troncal de la carrera, pude conocer las diferentes versiones de los actores afectados por la presencia de dicho Parque. Nos entrevistamos con ganaderos, con el director conservador, con concejales del ayuntamiento, visitamos un secadero de jamones, y un doctorando nos explicó el resultado de sus estudios… Todos tienen algo que decir al respecto.

Resulta curiosa la falta de comunicación existente entre los distintos actores que deben participar en la gestión de un espacio natural. En la mayoría de los casos, las distintas partes se aferran a sus posturas y no cabe la empatía. Llega un momento en el que las ideas están tan arraigadas que cuesta abrir los ojos y las orejas para observar, recibir información nueva del entorno y trabajar por un bien común. Sirva como ejemplo este caso que podría ser el caso de casi cualquier espacio protegido.

En una de las dehesas más jóvenes de España confluyen gran disparidad de usos: encontramos una gran actividad ganadera, en la que se produce jamón ibérico de bellota de gran calidad; una enorme actividad cinegética, que nos permite ver ciervos y jabalíes sin mucha dificultad; y todo ello conviviendo con la mayor población de lince ibérico del país (y por ende, del mundo). Y sin embargo, nos encontramos con una gestión deficiente, malestar por parte de la población local, falta de información e incluso boicots.

Destacaría cuatro factores importantes: En primer lugar, los ganaderos tienden a cerrar sus miras en torno a sus propias necesidades, sin importarle demasiado la implicación global de sus acciones, ya que su situación no les permite mucha maniobra, y además rápidamente son aquejados por dejadez y apatía para resolver sus problemas. En segundo lugar, la dirección del Parque persigue objetivos muy diferentes a los de la población local, y además se ve sin personal suficiente, sin presupuesto definido ni libertad de actuación, lo que contrasta sobremanera con el potencial del Parque y las exigencias a las que se somete. En tercer lugar, las actuaciones de las instituciones locales se ven limitadas por su compromiso con la renovación electoral, reduciendo las propuestas al corto plazo. Por último, y como gran eje de este problema, es el desencanto generado por la poca equidad presente en la Junta Rectora del Parque, en la que acaba por desarrollarse un paripé informativo donde los implicados locales no tienen verdadera capacidad de acción frente a la hegemonía de la Administración Pública. Se entiende entonces la dejadez de algunos, el enfado de otros, la resignación de muchos. Y sobre todo, se pierde el espíritu de participación ciudadana, desarrollo local y sostenible que debe regir (al menos) todo espacio protegido.

Falta visión amplia, de futuro, solidaria y sostenible. Falta coherencia en todo el proceso. Falta revisión periódica de los engranajes del sistema, no basta con publicar informes que resuman las acciones y repitan el mismo error un año tras otro. Si no funciona, debe cambiarse, y esto debe llegar a instancias de las instituciones responsables, sea la Junta de Andalucía, los ministerios implicados o cualquier otra que tenga algo que decir, para que escuchen a los que hasta ahora no han podido opinar. La flexibilidad que se aplica en tantos otros ámbitos debe extenderse, al menos en parte, al ámbito de los espacios naturales protegidos, para desarrollar su potencialidad tal y como fueron creados y evitar que permanezcan como figuras de papel.

Yaiza Sese

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